Lucas 5:1-11
No hay héroes en la Biblia que no se puedan imitar, o que Dios mismo no esté replicando entre nosotros. De hecho Él no tiene héroes, pero tiene amigos que hacen lo que Él dice. Hombres y mujeres que si de una manera u otra impactaron la historia, no fue por su valor, ni inteligencia, ni educación ni estatus económico, sino por su obediencia.
Aquí en el relato de Lucas encontramos un grupo de ellos, Simón y sus asociados pescadores quienes eran empresarios pequeños de una industria local, en una región tan peculiar como el mar de Galilea. La diversidad de oportunidades que esta región ofrecía y aun ofrece, atraía multitudes. La pesca, el clima, la agricultura habían tornado las costas de este lago en bulliciosas comunidades. Allí en la multitud de gente, abundaban sin embargo, las necesidades más vitales de la humanidad para las cuales Jesucristo era y es la única respuesta. Y Él estratégicamente un día arribó a estas playas. Su popularidad le seguía, ya había llevado a cabo varios milagros y la multitud desahuciada venia a Él por un milagro más, por un favor más, por una provisión más.
A pesar de la multitud, Jesús divisó dos embarcaciones de entre todos los barcos que adornaban la ribera. Sus dueños pescadores, lavaban y remendaban las redes. Sus ceños fruncidos, sus labios apretados, sus lomos encorvados, sus torsos tensos reflejaban la deprimente condición en la que estaban sumidos. Su angustia era tal que ni siquiera habían percibido el alboroto cercano entre la multitud. Sus pensamientos los mantenían cautivos y aislados. ¿Cómo honrarían a sus acreedores? ¿Como pagarían a sus empleados? ¿De donde saldría el dinero para pagar los tributos a su déspota opresor romano? ¿Que pasaría con sus numerosas familias después de otra noche sin pescar?
Sin embargo con esa tenacidad a veces inexplicable, continuaban lavando y remendado las redes para otra noche más de pesca, porque a pesar del desaliento y la fatiga, no podían darse el lujo de desistir. Lo que estaba en juego, sus seres queridos, valían más para ellos, que ellos mismos.
Jesús entonces se acerca y entrando en la embarcación, le pide a Simón que la empujara un poco para alejarla de la costa, y desde allí, desde el barco vacio de Simón, Jesús continuó ministrando a la multitud. ¿Dónde estaba Simón mientras tanto? El relato no lo dice. Pero leyendo un poco más me da la impresión que él continuó con lo suyo. Estaba ofuscado y cansado, necesitaba terminar de preparar la barca para la pesca siguiente, la adrenalina de su enojo lo estaba energizando y ya no podía parar. Lo que sucede después es lo que me da algunas pistas de que Simón, continuó con lo suyo, no tenía tiempo para discursos, no quería tener tiempo para discursos, ¿O tal vez sí?
Jesús le manda que eche las redes en aguas profundas. Simón quien tal vez comenzó a mover su mente poco a poco de las redes a las palabras del Maestro, estaba listo, sus redes aparejadas, su corazón dudoso, su ánimo sincero. Lucas 5:5 Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y nada hemos pescado. Por el contexto, creo que Simón sabía que Jesús lo sabía. No quería tal vez admitir sus verdaderos sentimientos públicamente, no quería admitir su fracaso, pero necesitaba sacarlos de su pecho de alguna manera y lo hizo. Lo maravilloso es que en su más autentica humanidad Simón que estaba experimentando dolorosas emociones decide no permitir que éstas se arraiguen en su corazón y de un soplo toma una decisión que cambiaría su vida, la de su familia y la de millones a través de la historia y para siempre. Lucas 5:5 … mas en tu palabra echaré la red. Mientras diligentemente terminaba con las redes, había comenzado a escuchar al Maestro. Oh gloriosa persistencia de la fe. Luca 5:6 Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, que su red se rompía.
Un oleaje de emociones abate la mente de Simón y ahora es acometido por un avasallante sentimiento de culpa e indignidad. Lucas 5:8 Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. Este no era un rabino mas, este era el Señor. La revelación de Jesús generó en Simón lo que el Espíritu Santo de la promesa, genera en cada corazón desesperado: Conciencia de pecado de juicio y de justicia. Simón como todos los demás estaban inundados de un temor que era solo experimentado por aquellos que se habían encontrado con Dios mismo. No solo él estaba ahora magnetizado por la presencia de Jesús mas también Jacobo y Juan sus socios y los que no tienen nombre. ¿Y ahora qué? Martillaba frenéticamente sus pensamientos y Jesús responde Mateo 4:19 Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.
Todo miedo se esfumó y fue reemplazado por la convicción de propósito, pero por sobre todas las cosas por la sobrecogedora presencia de Jesús que desde ahora en más será el Señor de sus vidas. No más angustias, no más dudas, no más miedos, no más noches sin dormir. Todo a sus alrededores es Cristo sublime.
¿Qué pensamientos sofocan tu fe hoy? El Maestro te está hablando, soltá esa “red” que simboliza tu desengaño, y volvete a Cristo. Él ya está en tu barco vacio invitándote a aguas profundas, las mismas en las que ayer fracasaste. Hoy si en obediencia volves a echar las redes “en su palabra” tendras tanto fruto que casi se te romperán. Y llamaras a otros para que participen de los frutos de tus victorias y en el temor de Dios y entonces solo Él será glorificado.
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