1Cronicas 17:26 Ahora pues, Jehová, tú eres el Dios que has hablado de tu siervo este bien
No mucho tiempo atrás tuve una conversación con alguien muy querido que me compartió su gran frustración por la falta de respuesta de Dios concerniente a su familia. Si bien no lo puso en estos términos, algunas de las expresiones usadas para describir su estado llevaban sin duda la fuerza del dolor y la fatiga emocional que implica convivir con incrédulos, que a pesar de ser profundamente amados no comparten lo más precioso que tenemos nuestro Señor Jesucristo y eso causa una dicotomía punzante en nuestra mente y nuestro corazón y un divorcio en la práctica. No podemos compartir con ellos, ellos no quieren compartir con nosotros.
No podemos compartir con ellos porque si bien una vez nos deleitamos en la carne en las mismas obras que ellos disfrutan ahora, conocemos la magnitud de su poder destructivo y además estamos consientes de cómo ofende el carácter santo y amoroso de nuestro Padre que nos salvó de esa vana manera de vivir.
Ellos no quieren compartir con nosotros porque lo que oyen o ven es un dedo que apunta a su conciencia declarando su estado espiritual que es pecado y muerte. Es ofensivo, muy incómodo, mejor seguir viviendo como si no lo hubieran oído. A pesar de que la obra del Espíritu Santo no acaba allí, porque en ese estado de convicción Dios les revelaría que todo el juicio fue ejecutado en la persona de Su Hijo Jesús, y Él por medio de la fe los Salva. Sin embargo perpetuán en sí mismos ese estado de muerte y alienación de Dios. Y nosotros, seguimos cargando el corazón contrito sin saber que mas hacer.
David es usado por Dios en este pasaje para desafiarnos a levantarnos del polvo de la desesperación y darle una oportunidad más a la fe. Como el Señor le prometió a David que le daría una descendencia firme 2Sam 7:26, así nos lo ha prometido a nosotros también. Él nos prometió “cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa”,
Dios ha revelado al oído y el corazón de sus hijos diciendo que Él edificaría 2Sam 7:27. Todos aquellos que sufrimos por nuestros amados que aun están sin Cristo, sabemos que no está en nosotros la habilidad de edificar, podemos si formar una familia, pero edificar una familia firme eso solo Él puede hacerlo. Esa promesa es un grandioso descanso para nuestro corazón atribulado por el fracaso y desasosiego de ser infructíferos en la evangelización de nuestros seres queridos. Con tal promesa Él nos ha hecho bien 2Sam 7:28
No solo Él edificara y hará nuestra descendencia firme también la bendecirá para siempre 2Sam 7:29 y aunque el infierno mismo se levante contra nuestra descendencia esta permanecerá perpetuamente porque Él lo ha dicho. Y es en esta promesa que mi corazón se fortalece y continúo orando 1Cronicas17:25
Hermana amiga que tenes a las lágrimas como tus compañeras de camino, no ceses de regar ese terreno con ellas porque en el jardín de la perseverancia florecerán las promesas de Dios, y aquellos que vendrán después que vos te hallaran fiel, y sabrán que sus nombres habían estado delante del trono de la gracia mucho antes de haber sido renacidos en Cristo y entonces entenderán.Para mas referencias lee 2 Samuel 7: 26-29
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