Levítico 10:3 Entonces dijo Moisés á Aarón: Esto es lo que habló Jehová, diciendo: En los que a mí se acercan me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado. Y Aarón calló.
Esta fue la actitud de un padre acongojado por el duelo de sus dos hijos, delante de Dios. No lloró, no protestó, no buscó una satisfacción o explicación de Dios. Aarón calló.
Aarón calló porque supo que en esta circunstancia Dios era santificado. Él era un sacerdote del Altísimo, ministraba delante de Jehová como nadie más en la congregación de Israel y tenía entrada al Lugar Santísimo. Hasta entonces, solo él tenía acceso a esa íntima comunión con Dios donde no solo contemplaba la gloria de Dios sino que también era inmerso en ella.
Aarón calló porque buscó refugio para su corazón punzante de dolor en la santidad de Dios, solo allí podría ser preservado de la denigrante tentación de resentirse, revelarse o injuriar Su nombre.
Aarón calló porque en esa cercanía tan dulce fue fortalecido y encontró dominio propio que le permitió mantener una actitud decorosa y reverente que fue de extraordinario testimonio para el pueblo entero cuyos ojos desconcertados ahora estaban fijos en él.
Aarón calló porque en esa sumisión mansa pudo entender la voluntad de su Dios y comprender aun más la magnitud del carácter del servicio sacerdotal que había sido violado por sus hijos ahora muertos, y la magnitud de la justicia de Dios en cuanto a las cosas santas.
Aarón calló porque a pesar de que sus hijos ya no estaban mas con él; su Dios no lo había abandonado. El ministerio de sus dos hijos mayores había sido cortado, pero él mismo no había sido desechado, y sus dos hijos menores fueron convocados. Su fidelidad no había sido ignorada por Dios y estaba siendo premiada allí mismo en su silencio. “…. porque yo honraré á los que me honran, y los que me tuvieren en poco, serán viles” 1 Sam 2:30.
Aarón calló porque a pesar de la tristeza aun había un futuro pleno de esperanza para su simiente en el servicio más sublime que cualquiera pudiera desear. Hebreos 12:28-29 “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos á Dios agradándole con temor y reverencia; Porque nuestro Dios es fuego consumidor”.
Aarón calló, porque en el altar de su corazón solo había lugar para uno solo, Dios Jehová de los Ejércitos. Solo Él era todo puro, perfecto, justo, limpio en todos Sus caminos. Y solo Él era digno de toda la honra, la majestad y la gloria. Su agonía de padre era un fuego purificador que resplandecía poderosamente en el altar de sacrificios donde Dios en presencia de todo el pueblo seria glorificado.
Amiga, ofrécete hoy en el altar de tu dolor y refúgiate en Su fuego purificador. Allí lo encontraras y serás con Él glorificada. Este mismo fuego consumirá las nubes de la desesperación y te permitirá contemplar no solo tu futuro glorioso sino también el de tu simiente. Judas 1:24-25 “ A aquel, pues, que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros delante de su gloria irreprensibles, con grande alegría, Al Dios solo sabio, nuestro Salvador, sea gloria y magnificencia, imperio y potencia, ahora y en todos los siglos. Amén.”
Impecable tía
ResponderBorrarTe quiero
Ani
Muy lindo.
ResponderBorrarBendiciones.
TKM - Nora