Deuteronomio 8:2 Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, por probarte, para saber lo que estaba en tu corazón, si habías de guardar ó no sus mandamientos.
Nuestra memoria es un regalo de Dios que puede estimularnos, alentarnos, emocionarnos o provocar en nosotros muchas otras sensaciones agradables, como también puede sumirnos en las más destructivas depresiones o angustias dependiendo de qué forma decidimos usarla.
Dios manda al pueblo de Israel a recordar, mantener fresco en la memoria lo que Dios había hecho con ellos en el pasado reciente, porque en esa memoria había un elemento de enseñanza muy profundo. En primer lugar Dios había diseñado ese pasado con un claro y definido propósito. Ese pasado estaba caracterizado por las diferentes tonalidades de las aflicciones que componían el mural de su peregrinar por el desierto. Cada aflicción había cumplido su propósito de taladrar el corazón del pueblo para que sus verdaderas intenciones y motivaciones fueran expuestas a sí mismos como también a los demás. Jehová que veía sus corazones necesitaba purgar a su pueblo de toda filosofía mundana adquirida por tantos años de influencia pagana antes de constituirse en un pueblo único, escogido por Dios como Atalayas, separados por Dios para tener comunión con Él, encomendados a recibir y proclamar su Palabra.
Como decía un gran profesor de la Palabra, las aflicciones no eran sus problemas; las aflicciones revelaban sus problemas. Las aflicciones eran el espejo de sus almas.
A pesar de tanto tiempo transcurrido, tantos descubrimientos, tanto cambio en la historia de la humanidad, ésta en esencia sigue siendo la misma. Y para aquellos que Dios escoge hoy como pueblo suyo, adoptados por gracia atreves de la fe en Jesucristo solamente, la estrategia de Dios sigue siendo la misma. La joya más pura y perfecta que corona a nuestro Señor es labrada en el precioso metal que acaba de salir del horno donde fue acrisolado. Pr 17:3 El crisol para la plata, y la hornaza para el oro: Mas Jehová prueba los corazones.
En el libro 2 Crónicas cap. 29 al 32 está registrada la historia de un gran rey llamado Ezequías. 2Reyes 18:5 En Jehová Dios de Israel puso su esperanza: después ni antes de él no hubo otro como él en todos los reyes de Judá. Este rey conocido en las Escrituras como un rey único en Judá por el impacto que su fe en Dios tuvo en el destino del pueblo judío, no fue exento de pruebas de diferentes calibres. Es interesante sin embargo que en el momento más crucial de su reinado que es la invasión del rey Asirio Senaquerib su fe le da un triunfo glorioso, y su testimonio es impecable, en contraste con el desliz en el que se enreda en medio de su prosperidad. En ambos casos de aflicción y de prosperidad él fue probado, pero en la prosperidad su fe no revela la misma firmeza ni convicción que cuando fue afligido. Pronto los buenos tiempos, las buenas cosechas, las buenas relaciones internacionales, le hicieron olvidar de que su reinado estaba sustentado en el poder del Dios de Israel y no en su capacidad de liderazgo y su tremendo sentido de justicia. Dios viene a su encuentro y le refresca la memoria. Dios no se había olvidado de Ezequías siervo fiel, pero Ezequías se había olvidado de su Señor. Ezequías reflexiona sabiamente, y su relación con Dios es restaurada, 2Reyes 20:19 Entonces Ezequías dijo á Isaías: La palabra de Jehová que has hablado, es buena. Después dijo: Habra al menos paz y verdad en mis días.
No tengo dudas en mi corazón de que los verdaderos hijos de Dios corren a Él cuando están en angustia, pero deberíamos ir a Él cada mañana en oración y suplicar como el salmista Salmos 139:23 Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón: Pruébame y conoce mis pensamientos: Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno.
No sea que estos tiempos de holganza y bienestar diluyan nuestra memoria del porqué de nuestras aflicciones pasadas y nos olvidemos como Ezequías de que si tenemos algo de que gloriarnos en el presente, es de la Firmeza que tenemos solo en nuestra Roca Fuerte que es Cristo. Nuestro Dios es tan Dios en la tristeza como en le alegría, en el luto como el danza, en la turbulencia como en la paz.
Es bueno tener en la memoria las aflicciones pasadas y ser agradecidos porque han sido ellas las que nos han conducido hoy a la paz y la seguridad que tenemos en Él.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario