sábado, 21 de septiembre de 2013

Cantar de los Cantares 1:7 Cuéntame, amor de mi vida, ¿dónde apacientas tus rebaños?, ¿dónde a la hora de la siesta  los haces reposar? ¿Por qué he de andar vagando  entre los rebaños de tus amigos? 

Esta mujer tiene un gran amor, solo que ese amor está ausente y la ausencia causa en ella una sed de su presencia tal que la hace sentir enferma de soledad y angustia. En su búsqueda, se encuentra con los amigos, los cuales aprecian su belleza y la invitan a pasar su tiempo con ellos. Pero ella no se distrae, ella sabe que su insaciable alma solo puede ser calmada con la presencia del Amado.  Hay buenos pastores o maestros en nuestras iglesias, hay buenos escritores en nuestro medio evangélico y de una manera u otra ellos se llevan nuestra atención, su compañía no es mala pues ellos también son amigos del Amado,  sin embargo así como la Sulamita no se satisface con lo que esta camaradería de santos le podría proveer, ella busca intensamente a su Amado. Así mismo deberíamos hacer nosotras. 

Su tiempo de separación había dejado una marca evidente en ella. Su piel se había tornado morena, quemada por los rayos fragosos del sol del mediodía palestino. ¿Qué hacia fuera del palacio esta joven escogida? ¿Que razón había para que ella hubiera perdido el lozano aspecto garantizado por la protección que le proveía el refugio del palacio? 

La razón está dentro de su propio entorno familiar. La escogida despierta el enojo entro los suyos propios y se ve obligada y sometida a cuidar de viñas ajenas con un costo muy alto. Tuvo que abandonar su propia viña. Cuantas veces tantas de nosotras, que estamos abocadas a una intensa relación personal con Cristo, vemos como el enemigo usa nuestro propio entorno familiar para distraernos de nuestra labor diaria más importante que es nuestra comunión con el Rey y Pastor de nuestras almas el Señor Jesús. 

Cuéntame amor de mi vida  ¿donde estas? Tus amigos me distraen, mis hermanos me atan, ¿Donde apacientas tus rebaños? Porque es allí donde quiero estar. Tú llevas a tus ovejas a delicados pastos y manantiales que fluyen frescos; los haces descansar a la sombra de la peña que eres Tu mismo,  cuando el fragor del sol es mas intenso. Tú eres mi sombra y mi refugio. 

¿Porque he de andar vagando entre los rebaños de tus amigos? Sin rumbo fijo, sin respuesta a mis preguntas, sin agua para mi sed mas intensa, sin sanidad para mi enfermedad sin nombre, con mi lamento a cuesta, como abandonada y en permanente duelo. ¿Porqué? 

Finalmente los verdaderos amigos  muestran el camino  "Ve tras la huella del rebaño" Las ovejas no están en el confort y lujo del palacio rodeadas de servicios  y de mimos para cultivar el egocentrismo. Las ovejas están en el campo, donde hay que transitar entre senderos peligrosos, lobos rapaces, serpientes ponzoñosas, y desiertos áridos. Pero el Pastor con su cayado es el precursor, y el habla y canta y llama, El consuela, estimula. Cada palabra que sale de Su boca es un puñado de sustento para el camino, donde nuestra  única preocupación es alimentarnos y beber, porque El tiene cuidado de nosotras. Sus ovejas oyen Su voz y le siguen. Cuando lo encontramos, allí encontramos nuestra salud, allí se llenará nuestra boca de risa, allí nuestras fuerzas serán renovadas y remontaremos vuelo como las águilas, allí nuestro lamento se tornara en canción y nuestro luto en danza. Allí, aun con las marcas visibles que el mundo ha dejado en nuestra piel ahora morena, somos halladas  hermosas porque el Amado puede ver mas allá de la piel, El puede contemplar nuestra verdadera belleza la que perdura, la que trasciende, la que es eterna. Ya no seremos mas vagabundas sino bienvenidas a la dulce e intima comunión con Aquel  que ama nuestra alma. Y El, nuestro Rey entonces nos introduce a su alcoba donde nos hablará al corazón y nos dirá palabras que hombre alguno jamás pueda reproducir. Allí nos hablará El de nuestra hermosura.
 Cantar de los Cantares 1:15  ¡Cuán bella eres, amada mía! ¡Cuán bella eres! 


Manada pequeña, no temas, oye hoy su voz y síguelo. 

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