Gen 1:4 Y vio Dios que la luz era buena y aparto Dios la luz de las tinieblas.
Salomón dice en Eclesiastés ll: 7 Suave ciertamente es la luz, y agradable a los ojos ver el sol. Cualquiera de nosotros que haya tenido la oportunidad de experimentar la ausencia del sol, o alguna forma de oscuridad, cuando los rayos del sol comienzan a traspasar las nubes y bañan la naturaleza al rededor nuestro, causa una indescriptible sensación de bienestar. Cuando tenemos oportunidad de indagar acerca de la luz desde el complejo punto de vista de su naturaleza física, simplemente deja al más erudito asombrado. La luz ciertamente es buena, la luz es necesaria, al punto que aun su ausencia puede ocasionar desde enfermedades de la mente hasta la muerte.
Desde que Dios es luz, al ser creados a Su imagen y semejanza, necesitamos de esa luz para nuestra supervivencia.
Así, nuestro organismo como toda la subsistencia y funcionamiento de su Creación, dependen de la luz física, también nosotros incuestionablemente necesitamos La Luz para subsistir espiritualmente en este mundo.
Cuando un pecador se arrepiente, y busca a Dios y es encontrado de Él, entonces es renacido en el Espíritu, es recreado a su nueva naturaleza que es Luz. La profunda paz e infinito gozo que se experimentan en ese momento es una dulce y hasta entonces rara vivencia.
Las Escrituras revelan que al principio Dios separó la luz de las tinieblas estableciendo así una ley inquebrantable que trasciende el universo físico y se aplica al contexto espiritual; de modo que venido su Hijo Jesucristo, puede separar al pecador de su naturaleza pecadora cuando, Él la Luz del mundo penetra el ser del hombre natural que agobiado prisionero de las tinieblas del pecado se humilla y clama.
En él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres Jn1:4
A partir de entonces nos vemos envueltos en la permanente faena de desvastar a las tinieblas.
Jesús lo dijo “Vosotros sois la luz del mundo”. La luz natural y física arrasa con las tinieblas, sin embargo el proceso inverso es literalmente imposible. Ecl 2:13 “Y he visto que la sabiduría sobrepuja a la necedad, como la luz a las tinieblas.”
De la misma forma, la luz que viene de Dios el Padre e impregna la mente y el corazón de sus hijos obedientes, rechaza, combate y vence a las tinieblas cuyas obras son tan malas.
¿Has cargado tu lámpara de aceite hoy, para que tu luz no se opaque y brille en este mundo oscuro de modo que tu presencia sea dulce y agradable a los ojos que te ven?
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